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Talento y constancia extraordinaria |
Francisco Murtra |
DEDICATORIA |
Manuel del Socorro Rodríguez |
Manuel del Socorro Rodríguez |
Francisco Calcagno |
Manuel del Socorro Rodríguez y la génesis del periodismo colombiano |
Maricarmen Tornés Bernal |
Talento y constancia extraordinaria |
Francisco Murtra |
Nació este hombre1 raro en la ciudad del Bayamo2 dotado por la naturaleza de un talento brillante y de un génio feliz para las ciencias: llegó á adelantar estraordinariamente en ellas, no ménos que en la bella literatura, sin maestro alguno y sin mas libros que uno ú otro que podia obtener de las personas instruidas que solian pasar por aquella ciudad. Tenía también que luchar contra la pobreza, viéndose en la necesidad no solo de mantenerse de su trabajo personal, como artista, sino de atender á la subsistencia de sus hermanas. 3Cuando desfallecido del trabajo, parece que debiera entregarse al sueño, encontraba en el estudio el recreo y la reposicion de sus fuerzas; y una constancia inimitable le condujo á un grado de saber envidiable, aun de los que con talentos nada vulgares, se dedican esclusivamente al estudio. Deseando Rodriguez verse libre del trabajo mecánico para entregarse al intelectual, pidió á Cárlos III le concediese una colocacion literaria, prévio el exámen que S. M. tuviese á bien mandarle hacer en varias ciencias, ramos de literatura y bellas artes. Los votos de Rodriguez no fueron inútiles: oyó los aquel Monarca4 y por Real órden autorizó al Capitan General de esta Isla5 para que cometiese el exámen á persona de su confianza. El nombramiento recayó en el Dr. Don Juan García Barreras, director perpétuo del Colegio de San Cárlos quien por ejercicios en literatura, le dió el 15 de Octubre de 1788 el elogio en prosa de Cárlos III y el de los Príncipe de Asturias, en verso. Ambos fueron concluidos en el corto término de 15 dias, y dedicados á los colegiales de aquel seminario. Estos y otros egercicios literarios que desempeñó Rodriguez con asombro de todos los profesores de aquella ilustre Corporacion, le proporcionaron la gracia por que suspiraba, nombrándole, por otra Real órden, bibliotecario de la ciudad de Santa Fé de Bogota. Allí encontró un vasto teatro donde desplegar sus talentos; allí fué redactor de un papel científico titulado El Semanario; allí se grangeó la estimacion de los literatos de aquella ciudad; y allí en fin, reuniendo á la juventud bajo sus auspicios, le abrió una carrera gloriosa en el campo de las ciencias. Tal es la breve historia del hombre, cuyos trabajos deben encontrar buena acogida entre los amantes de la literatura y apreciadores del talento. Esta consideracion nos induce á publicar los inéditos elogios de Cárlos III, y de los Príncipes de Asturias, elogios que, si por haber sido escritos cuando el autor carecia de modelos que imitar, y de aquella última lima que dá el trato de los literatos, se resienten en algunos rasgos de estos defectos, todavía la sana crítica no podrá ménos de celebrar el verdadero mérito de unas composiciones tanto mas admirables, cuanto que son la obra de un pobre carpintero nacido y educado en las tinieblas. Fuente: Francisco Murtra: Crónica y tradiciones (2011), pp. 44-45. 1 Manuel del Socorro Rodríguez nace el 3 de abril de 1758. |
DEDICATORIA |
Manuel del Socorro Rodríguez |
¿A quién sino á vos? ¡oh juventud aplicada! ¿á quién sino á vos, ilustres hijos de Minerva, pudiera yo consagrar los elogios de Cárlos III y de los Príncipes de Asturias, que me ha dado por asuntos de Elocuencia y Poesía, vuestro sabio y celosísimo Director? ¿á quién sino á vos, vuelvo á decir, florido gremio de ingenios habaneros, pudiera yo dedicar con mas razon el panegírico de aquel Soberano protector de las ciencias, restaurador de la literatura española, y fundador generosísimo de este mismo Colegio en que dándole honra á vuestra patria, os adquirís la riqueza mas preciosa? De este Real Seminario donde con gloriosa emulacion, llevando todos un mismo fin, ¿quereis cada uno singularizaros con el timbre de llegar primero á la cumbre del monte de la sabiduría para coronaros allí con el precioso laurel de la inmortalidad? ¿Y á quien le debéis todo esto sino al hijo tercero de Felipe? Por eso yo siempre diré, que el único acierto de que puedo blasonar en este opúsculo, es el que me asegura su dedicacion, pues si la mayor gloria vuestra debe consistir en que se celebre el nombre del Real Patrono á quien os confesais deudores de la sabia educacion que disfrutais, ¿por qué no he de creer que á nadie podia lisonjear mas el gusto que á vosotros con la humilde oblacion que pongo en vuestras manos? Manuel del Socorro Rodriguez Fuente: Francisco Murtra: Crónica y tradiciones (2011), pp. 46-47. |
Manuel del Socorro Rodríguez |
Francisco Calcagno |
RODRIGUEZ (Manuel del Socorro) —En El Siglo, Mayo 4 de 1867 hemos publicado una biografía de que, extractamos los siguientes datos. Una de las figuras más prominentes y sin duda aquella cuya biografía se presta a más comentarios filosóficos es la del pardo bayamés Manuel del Socorro Rodríguez, fundador del periodismo en Colombia. Nació Rodríguez en la ciudad de Bayamo el día 5 de Ab. de 1758:2 (Rodríguez Ferrer, Revista de España y sus provincias de Ultramar, Madrid 1850) generalmente se le ha supuesto mulato “de condición etiópica” (etiope qualitatis) dice el Dr. D. Manuel González Sotolongo en una ingeniosa décima en latín que Bachiller supone dirigida al bayamés: sin embargo, el mismo Sr. Bachiller y Morales, á quien sus curiosas investigaciones sobre los primeros días de nuestra literatura dan derecho a ser citado como nuestra principal autoridad en la materia, contradice esta aserción: “no sería imposible, añade, que tuviese algunas gotas de sangre africana, pero sus padres se reputaban por blancos y lo prueba que la partida de D. Manuel se encuentra en el libro de españoles blancos de su patria.” Para que se comprenda cuan oportuna es ésta observación, debe recordarse que nuestro protagonista vio la luz en el año 68 del siglo pasado y que ya desde 1733 el Obispo J. Lazo de la Vega y Cancino había ordenado á los párrocos del interior que en lo sucesivo llevaran en libros separados las fées de bautismo de los indios, negros y blancos, y se llamaron los de éstos de «Españoles,» que hasta allí se llevaban confundidos en uno. Sea de esto lo que fuere se sabe de cierto que nació de padres pobres y que obligado desde su infancia á un trabajo mecánico para ganar el sustento adoptó y ejerció algún tiempo el oficio de carpintero: “cuando desfallecido del trabajo, dice Saco (Colección de papeles) parecía que debiera entregarse al sueño, encontraba en el estudio el recreo y la reposición de sus fuerzas.” Por sí solo y gracias á su indomable perseverancia aprendió á leer y escribir, por sí sólo los primeros rudimentos de las ciencias, y sólo también penetró y comprendió los más recónditos arcanos de éstas. Este dato fundamental de su vida basta para poder considerar cual sería la firmeza de voluntad, la afición al saber, la vocación en fin de aquel hombre extraordinario, cuando obligado á trabajar corporalmente durante todo el dia para ganar su subsistencia y la de dos hermanas que sobre él pesaban, dedicaba gran parte de la noche en estudiar á la luz de una bujía y sobre el mismo banco que recibía durante el día sus afanosos sudores. De aquí la rareza ó eterogeneidad que se nota en los ramos de su vasta erudición, pues siendo, como dice él mismo en el prólogo de su opúsculo en elogio de Carlos III, “siendo ayo y preceptor de si mismo, jamás tuvo la fortuna de oir la viva voz de un maestro,” y si bien su genio suplió esta falta, si la luz natural le hizo adivinar las ramos más necesarios y útiles y que más ayudarán para la adquisición de otros, debió faltarle método, debió resentirse de falta de sistema, que hubiera dado mayor impulso á la marcha progresiva de su inteligencia. Y si un caso como el de Manuel del Socorro, causara asombro en la edad presente ¿qué no será cuando se piense que vivió en aquella atrasada época, en oscura comarca interior, careciente de academias, de libros y de toda clase de recursos? En Bayamo, si bien es verdad que se enseñó Gramática y Latin, antes que en ningún otro punto de Cuba, no pasó esto de aberración casual y momentánea, que en nada le impidió caer después en la parálisis de los demás pueblos del interior; y aún cuando así no fuera, aún cuando se hubiera mantenido allí la instrucción pública en un estado de prosperidad que no podemos concebir ¿estaría ésta por muy gratuita que fuera, al alcance de un oscuro carpintero? No se comprende, pues, como pudo ilustrarse, pero es lo cierto que sin maestros, sin recursos y aún sin tiempo, con los pocos libros que le prestaban, llegó á ser uno de los hombres más eruditos de su época, escritor, poeta fácil, orador consumado y sobre todo hombre de elevado espíritu público. ¡Sublime ejemplo de lo que pueden la perseverancia y la fé unidas á la resignación y á la inteligencia! La naturaleza le había dotado de genio para poder sobresalir en cualquier cosa á que se dedicase, y él comprendió que lo demás le tocaba á él, y que al dotársele con inteligencia privilegiada, se le imponía tácitamente el deber moral de servirse de ella en beneficio de sus semejantes. No podía con tal imaginación sujetarse mucho tiempo al humilde oficio que sólo podía abastecer á sus necesidades, y así en la oscuridad de su recinto, suspiraba por un palenque más extenso donde aprovechar sus conocimientos. Aficionado á las bellas artes, pensó cultivarlas, y dedicó corto tiempo á la pintura y á la escultura, y en ambas hizo competencia con notable éxito, al profesor Ríos, establecido en aquella ciudad, y al negro Ribollo, escultor que gozó bastante crédito en la misma. Cansado al fin de los trabajos mecánicos que no abrían espacio á los vuelos de su fantasía, en Set. de 1783 elevó un Memorial a S. M. D. Carlos III, suplicando le diese un empleo literario previo “riguroso examen en ciencias, literatura y bellas artes” y aquel Rey acogiendo la solicitud, ofició al efecto al Capitán General que lo era á la sazón D. José de Ezpeleta y Veyre: éste comisionó al Dr. D. Juan García de la Barrera, director perpetuo del Seminario de San Carlos de la Habana, para que bajo su presidencia constituyese un jurado de personas idóneas que procediesen al examen que tuvo lugar en el Seminario el 15 de Oct., 1788: obtuvo éxito tan completo que fue el asombro de los profesores y de la comisión examinadora. Como tema obligado para probarse idoneidad literaria le fue dado el Elogio, en prosa, de Carlos III, y el de los Príncipe de Asturias, en verso: Ambas obras que escribió el autor en 15 días son bien conocidas, pues aunque no se imprimieron por entonces, con fervor se copiaron por los alumnos seminaristas a quienes iban dedicadas, y de tal modo rodaron manuscritas que la imprenta poco hubiera añadido a su publicidad. Fueron después impresas en Nueva York, 1827, en El mensajero semanal, que publicaban allí los ilustres habaneros J. A. Saco y Pbro. Félix Varela, y luego reproducidos en las Memorias de la Real Sociedad Económica. “Si por haber sido escritas, dice Saco, cuando el autor carecía de modelos que imitar, y de aquella última lima que dé el trato con los literatos, se resienten en algunos rasgos de éstos defectos, todavía la sana critica no podría menos de celebrar el verdadero mérito de unas composiciones tanto más admirables, cuanto son las obras de un pobre artesano nacido y educado en las tinieblas que cubrían entonces el horizonte de Bayamo.” “Concluidos sus ejercicios literarios, Manuel del Socorro consecuente á su compromiso sostuvo otro en las bellas artes: un tal Ríos profesor en pintura fue su competidor en cierto grupo de la Trinidad y la Tristeza, que le presentó, y Rebollo, escultor negro, hizo igual papel con cierto crucifijo que Socorro perfeccionó con admiración de todos.” (Cuba literaria, Habana, 1882.) Con éstos literarios y otros ejercicios científicos que desempeñó con asombro del Jurado y público, dio a conocer Rodríguez que no se había limitado su inteligencia a las materias sobre que había solicitado examen: había recorrido casi todos los ramos de los conocimientos humanos: historia, matemáticas, humanidades, poesía, ciencias morales, bellas artes y astronomía, por la que tenía particular predilección. El informe dado sobre conocimientos del aspirante fue, pues, tan favorable, que muy poco después el referido monarca, lo nombró Bibliotecario de Sta. Fé de Bogotá, con una pensión de $280. Cortés dice que al separarse Ezpeleta del gobierno de la Isla se llevó consigo a Rodríguez; consta que se trasladó a dicha ciudad de Bogotá, y que comenzó a recorrer con éxito el nuevo campo que ahora se abría a su sagacidad. Allí promovió el movimiento intelectual de toda la provincia: y enlazando su nombre a todas las empresas literarias ó científicas que podían ser útiles al país, selló la importancia de su iniciativa sembrando y defendiendo la fructífera semilla del periodismo, pues a promoción suya, fundó el virrey D. José de Ezpeleta, el primer periódico, El semanario, cuya dirección le confió en 1o de En. de 1781; de allí el Papel Periódico, de Sta. Fé de Bogotá, (su primer número en 9 Feb., 1791), semanal, que duró hasta Feb. 1707; esto es, doscientos setenta números. El semanario fue continuado por el erudito Caldas y no sabemos se conserve otra colección que la que existe (incompleta) en la Biblioteca pública de Bogotá. El estilo de Manuel del Socorro es un tanto amanerado: la misma falta se había ya notado en los citados elogios de Cárlos III y Príncipe de Asturias: los cuales con sus elogios inéditos de San Francisco de Sales y de Sta. Juana Francisca Fremiot, son los únicos de sus escritos en Cuba que nos han quedado. Esto proviene sin duda de que lio pudo Rodríguez prescindir de aquella enfermedad; aquel clasicismo refinado que aquejaba por aquellos días a nuestra literatura: impera en efecto en sus obras de verso, sobre todo en su poema “Las delicias de España”, admirable por más de un concepto. Pero sea lo que fuere, es cierto que la variedad de conocimientos del mestizo bayamés, supo llenar siempre su periódico de amena y utilísima lectura; poco después de establecido, éste promovió y contribuyó a la fundación de un Observatorio Astronómico y meteorológico, en cuyas investigaciones, al par de Caldas, se ocupaba personalmente enriqueciendo su periódico con sus esperimentos y observaciones; por ellas llamó la atención y mereció el aprecio del eminente sabio prusiano Barón de Humbolt, que visitaba aquellas regiones y que le cita con encomio en sus obras. Antes de concluir el siglo dirigió allí otro periódico Correo Curioso, en 1800 fundó el diminuto Redactor americano de Bogotá, luego El Alternativo del redactor, después en 1810, cuando se sentían los primeros síntomas de la revolución, dió un folleto La Constitución feliz, y se hizo notable, en fin, por otros muchos trabajos científicos, la mayor parte de los cuales se han perdido. En el mismo Observatorio desde los primeros días de su fundación, abrió una clase de Cosmografía, á la cual acudía la juventud bogotana ansiosa de saber. Su casa morada era la reunión de todo lo que había de más notable en ciencias y literatura en toda Colombia. Lo demás de su vida es innecesario á nuestro propósito: se unió como toda su patria adoptiva al movimiento republicano que fermentaba en toda la América española; más no vió el éxito, pues en dicha ciudad falleció en Mar. de 1818, dejando inédita su historia de la fundación de la enseñanza y con sus obras un nombre imperecedero en la memoria de los colombianos, lo mismo que en la tierra que le dió nacimiento.
2 Nace el 3 de abril de 1758. Fuente: Tomado de: Francisco Calcagno (1878), pp.548- 550. |
Manuel del Socorro Rodríguez y la génesis del periodismo colombiano |
Maricarmen Tornés Bernal |
Los estudios históricos sobre la prensa en Cuba, en ocasiones, no han recibido el tratamiento preciso que los mismos demandan. Víctima de esta omisión destaca Manuel del Socorro Rodríguez y de la Victoria (1758-1819), quien aunque bayamés, desarrolló la mayor parte de su labor periodística, intelectual y política en su patria adoptiva, Colombia. No en vano el historiador Orlando Lacalle al referirse al notable bayamés ha señalado entre sus méritos ser «uno de los casos más sobresaliente de autodidactismo del mundo y uno de los hombres más extraordinarios y más ignorados a su vez por su propio pueblo». Basta un acercamiento a su vida y obra y no podemos menos que estar de acuerdo con Enrique Orlando Lacalle.
Fuente: |
Boletín Acento . Oficina del Historiador |